El deseo, la palabra

El deseo, la palabra

Por Rocío Cerón

El principio de toda civilización es el deseo, de conocimiento, del cuerpo del otro, de su espacio, de su esencia. La piel es parte inherente a la vida, al espíritu y el sexo, la exuberancia, representa un campo de libertad irrestricta. Animalidad y humanidad se subliman en el erotismo. Si el cuerpo tiene un lenguaje especifico, digamos, una poética de los sentidos, por ello arte y sexualidad son compañeros indisolubles. Se unen para hablar de verdades íntimas, humanas. En la pieza creada por Itzeel Reyes y Roxana Elvridge- Thomas, se unen palabra y cuerpo, imagen de trazos e imagen sensorial creada de lenguaje así, ambas disciplinas, se conjuntan para generar un espacio simbólico común, esencial. Cuerpo y espíritu reunidos en un juego de claroscuros en el que las emociones son puerta de entrada a lo indómito. Sin importar géneros, la artista cautiva al que mira, lo enlaza a una pasión generada por los propios miedos y sueños. Recordemos, un cuerpo es alusión a todos los cuerpos.

Es así como, «Un furor de azogue asciende por las venas/ asoma por los iris, se vuelca/ hacia las sombras/ La hora del acero ha llegado.», nos dice Roxana Elvridge-Thomas. Es así como también estas condensaciones de luz y sombras, de pesos y gravedades en el cuerpo y en la piel, propias y en relación con otros, nos hacen reflexionar sobre el lugar que ocupa nuestro cuerpo en un determinado espacio/tiempo. Si la belleza, considerándola como un estado del alma, es también un gesto estético, lo que parece buscarse en esta carpeta de gráfica y poesia es un encuentro entre el ojo del observador y el espíritu enrarecido, galvánico, de los caminos interiores, oníricos, que conducen a dibujar el placer, a darle forma a una carnalidad que oscila entre el padecimiento, la agonía, el estertor, la mirada hacia el otro, el gozo, lo placentero oculto, lo vital, el encuentro. Red simbólica entre los poderes instintuales y supraterrenales.

¿Dónde comienza el deseo, hacia dónde nos lleva? ¿Qué nos cuestiona nuestra propia naturaleza? A partir de las formas (en las cuales, en realidad, no hay sujetos sino sólo sugerencias) podemos encontrar más preguntas que respuestas. Los cuerpos en relación de un todo, el deseo como manifestación de la vida, de la conexión entre el bosque, los ramajes, lo sanguíneo y las curvas y nervaduras de los pechos, los alveolos pulmonares: partituras gráficas y poéticas de cuerpos desnudos que se estrechan o se deshacen en el aire, como si en estas manifestaciones de movimiento y reposo, entre las contradicciones de la levedad de un gesto de gozo y el de estertor de muerte, no hubiera sino una, y la misma, línea de continuidad.

Las autoras nos incitan a mirarnos entre los despojos y la plenitud de estos cuerpos que están ante la Luna o entre ramajes o enlazados con otros cuerpos. Mirarse para evocarse. Mirarse para sugerir una posible entrada hacia sí mismo. El cuerpo como detonador para abrirnos a las miles de posibilidades de nuestra propia belleza y destrucción. Trazos y versos que enuncian y en ese movimiento, en esa línea sobre el tiempo ya estrechan su voluntad hacia lo irresoluble, la muerte. Y el deseo como vía, como única vía.

Ciudad de México, 6 de Abril de 2016.

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