De facultades del alma

De facultades del alma: Onirismos e imaginarios

Exposición de Itzeel Reyes

22 de agosto a 26 de septiembre de 2018

“Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar, creó la rueda, que no se parece a una pierna. Del mismo modo ha creado inconscientemente, el surrealismo… Después de todo, el escenario no se parece a la vida que representa más que una rueda a una pierna”

Guillaume Apollinaire

En los sueños las imágenes internas nos enmarañan en una serie de situaciones que reflejan muchas veces los estados del alma, miedos, alegrías, deseos y tristezas entre tantos sentires que padecemos, es así, que las quimeras nocturnas han generado un gran campo de estudio, en donde el subconsciente se vuelve un espejo del hombre y estudiarle resulta importante. Tal es la facultad del hombre para las ensoñaciones, que el Siglo XX se vio fascinado por dichos imaginarios, generando cambios radicales en las Artes.

Los artistas del siglo XX no se conformaron con representar sencillamente lo que veían, buscaron más allá, más adentro, cerraron los ojos y comenzaron a generar contenidos fantásticos. El Surrealismo, término francés que significa “sobre-realidad”, fue acuñado por Apollinaire en el teatro y retomado por André Bretón en 1924 para difundir su Manifiesto Surrealista, en el cual el libre ejercicio del pensamiento, el inconsciente, los elementos dispares y sus resultantes se trasladan iconográficamente a la pintura.

Las obras de Itzeel Reyes claramente pueden ser valoradas como surrealistas, dada su capacidad para generar escenarios fantásticos, dotados de talento y delicadeza en el trazo, sus pinturas y grabados dialogan con los irreales propios. Si el sentir de la artista respecto a las formas y colores ha de cristalizar en una obra perfecta, también necesita un núcleo sólido semejante, una empresa determinada en la que pueda desplegar sus dotes, así pues, Itzeel logra desplegar sus dotes técnicos en escenarios pasmosos pues su paleta cálida y fría, sus cuerpos hilados y detalles preciosistas nos hacen ver a plena luz del día lo alucinante de la noche; la artista genera sus propias reglas estéticas sin convencionalismos y transmitiendo sensaciones que besan al surrealismo y le reivindican en nuestros días.

La presente muestra busca estremecer los ojos de los visitantes a través de los grabados, óleos y libros objeto de artista, pues creemos que su innato talento la ha llevado a experimentar con diversos espacios; su facultad para generar personajes fantásticos y lugares fabulosos –onirismos e imaginarios-, resulta de gran relevancia para el arte mexicano, pues su propuesta es rica en colores, técnica y contenido. La imaginación brota de sus obras, para regar nuestros días en esta pavorosa ciudad.

Helue Yozunne Camacho Nocedal

Gerente de Cultura,  5ta casa de Correos

Palacio Postal

Ciudad de México

Piel que es escritura que es piel

Piel que es escritura que es piel

Anatomía del silogismo emocional

“ […] solamente conozco de mi escritura lo que conozco de mi cuerpo: una cenestesia, la experiencia de una presión, de una pulsión, de un deslizamiento, de un ritmo: una producción y no un producto; un goce, y no una inteligibilidad”.

R. Barthes

En la advertencia, que a manera de prólogo escribe Alberto Ruy Sánchez en su libro Con la literatura en el cuerpo, describe la postura crítica de su maestro Roland Barthes, a partir de varias implicaciones profundas, las cuales sintetiza en cuatro principios no formulados que son instrumentos de autoformación y estudio; herramientas de autodefinición. Al cuarto lo denomina principio corporal y afectivo o veneno de la certeza pura. “Implica aceptar en el yo que pretendemos afirmar el hecho simple de que ese yo es también un cuerpo, no sólo un carácter y un coeficiente intelectual. Y de ahí aceptar que todo lo que uno sabe, aprende, olvida, o crea, pasa por nuestro cuerpo. No somos ideas sino cuerpos con ideas. Y por lo tanto no hay ideas que no vengan a nosotros cargadas de afectos”.
Al enfrentarnos con la obra de Itzeel Reyes este principio cobra especial significado, pues su objeto de estudio no para en el cuerpo lato, como un asunto objetivo del que se mimetizan sus características físicas como tamaño, peso, altura, volumen, textura y color; y parece que no es el cuerpo solamente lo que interesa a la artista, sino lo que éste significa desde su pensamiento y devenir; lo que la idea puede sugerir al gesto, la forma en que uno transforma al otro, y viceversa.
En esta poética-dialéctica hay una implícita alusión a Foucault, en tanto que la autora crea, dentro de su universo pictórico, un lenguaje dentro de otro lenguaje. El cuerpo se habla a sí mismo y genera un nuevo discurso para reinventarse como tal; como contenedor pero también como contenido. El cuerpo se piensa a sí mismo y al decirse se corporiza: Piel que es escritura que es piel. Y no es de extrañar que Itzeel construya este aparato circulatorio de dos vías donde la plástica y la filosofía corran por venas paralelas, pues es también evidencia de su formación académica. Maestra en Filosofía y escritora, honra la herencia genética de sus padres artistas y asume el linaje de creación en que se inserta, pero anuncia su voz desde muy joven, creando universos particulares, transformando el tenebrismo cromático de sus antecesores en tenebrismos formales, a través de anatomías que han hallado su objetivación dentro de la categoría fantástica. Sólo así puede explicarse el expolio al que son sometidos sus personajes. Materia que es raíz, llaga, epitelio.
Estos escenarios plástico-literarios, atemporales a veces; otros, atópicos, bien pueden ser
testimonios del espacio intracraneal autorreferencial que la idea, como fenómeno súbito de la conciencia, dispara. Será por eso que sus atmósferas están construidas como una prolongación de la epidermis, una entreveración de digresiones que intervienen al objeto-sujeto de su retrato; una red de conceptos de los que brotan seres cuya anatomía es silogismo, retórica, poética.
Metáfora uno del otro, estos retratos del alma evidencian nervaduras cuya progresión orgánica deviene nuevas extremidades, estiran la piel hasta romperla u horadar resquicios de transparencia. Vacíos que son olvidos; ausencias presentes en la piel de las ideas. Estos seres objetos, deseos del intelecto y la emoción, son atravesados por instrumentos punzantes, como suelen serlo a veces las palabras, los sentimientos, los hábitos, las imposiciones sociales, las ideologías.
La piel se abre cual telón en el escenario de la realidad, para desnudar sus miedos en una
mutación perpetua provocada por el Aleph de una conciencia poliédrica. Para ello, el lenguaje del cuerpo en Reyes demanda un soporte distinto que registra la expresión sonora de cada tesitura, que va de las escamaciones a los descarapelos; de las urdimbres a los deshilados; y de los restiramientos a las osamentas imposibles.
Cuando el cuerpo transmite gozo, placer, certidumbre, la autora elige la acuarela. Su gesto es un soplido, una mancha audible, un chirrido en el espacio o una vibración cuya resonancia ondula en el tiempo hasta desaparecer, como una nota metálica de trompeta en tono de re.
Si el cuerpo experimenta dolor, sufrimiento o congoja, ya sea por acción del pensamiento o por efecto mecánico de su transformación, por expansión o bipartición; cuando sale de sí y se vuelve paisaje de otredad, los registros audibles provocados por el movimiento del trazo y por la aplicación del color que genera texturas, anidan mejor en la técnica mixta, generando los sonidos viscosos-areniscos de la piel despegando sus pliegues, estirando sus fibras, agrietando los mantos del silencio, para vincular al yo con su semejante.
En temas donde el sujeto es único y la reflexión es más introspectiva, la tinta china es el mejor vehículo para esta intimidad. El medio tono se apresta a navegar en el autocomplaciente mar de la melancolía. Y donde los personajes se entreveran con la atmósfera sentimental, la autora recurre a la densidad y brillo del óleo en tonos solares de registro mayor, donde la tónica ancla la escena y en torno a ella ondean otras notas, armonizando los matices ontológicos de las entidades en juego.
Arborescencias marinas, arrecifes polifónicos, pensamientos en tránsito que devienen paisaje; capilaridades varicosas de metafísica entraña; barroquismo orgánico existencial, todos escenarios del cuerpo que se dice, que se piensa, que se siete y que se hace, y al hacerse, se disipa.


José Manuel Ruiz Regil. Analista cultural.

El deseo, la palabra

El deseo, la palabra

Por Rocío Cerón

El principio de toda civilización es el deseo, de conocimiento, del cuerpo del otro, de su espacio, de su esencia. La piel es parte inherente a la vida, al espíritu y el sexo, la exuberancia, representa un campo de libertad irrestricta. Animalidad y humanidad se subliman en el erotismo. Si el cuerpo tiene un lenguaje especifico, digamos, una poética de los sentidos, por ello arte y sexualidad son compañeros indisolubles. Se unen para hablar de verdades íntimas, humanas. En la pieza creada por Itzeel Reyes y Roxana Elvridge- Thomas, se unen palabra y cuerpo, imagen de trazos e imagen sensorial creada de lenguaje así, ambas disciplinas, se conjuntan para generar un espacio simbólico común, esencial. Cuerpo y espíritu reunidos en un juego de claroscuros en el que las emociones son puerta de entrada a lo indómito. Sin importar géneros, la artista cautiva al que mira, lo enlaza a una pasión generada por los propios miedos y sueños. Recordemos, un cuerpo es alusión a todos los cuerpos.

Es así como, «Un furor de azogue asciende por las venas/ asoma por los iris, se vuelca/ hacia las sombras/ La hora del acero ha llegado.», nos dice Roxana Elvridge-Thomas. Es así como también estas condensaciones de luz y sombras, de pesos y gravedades en el cuerpo y en la piel, propias y en relación con otros, nos hacen reflexionar sobre el lugar que ocupa nuestro cuerpo en un determinado espacio/tiempo. Si la belleza, considerándola como un estado del alma, es también un gesto estético, lo que parece buscarse en esta carpeta de gráfica y poesia es un encuentro entre el ojo del observador y el espíritu enrarecido, galvánico, de los caminos interiores, oníricos, que conducen a dibujar el placer, a darle forma a una carnalidad que oscila entre el padecimiento, la agonía, el estertor, la mirada hacia el otro, el gozo, lo placentero oculto, lo vital, el encuentro. Red simbólica entre los poderes instintuales y supraterrenales.

¿Dónde comienza el deseo, hacia dónde nos lleva? ¿Qué nos cuestiona nuestra propia naturaleza? A partir de las formas (en las cuales, en realidad, no hay sujetos sino sólo sugerencias) podemos encontrar más preguntas que respuestas. Los cuerpos en relación de un todo, el deseo como manifestación de la vida, de la conexión entre el bosque, los ramajes, lo sanguíneo y las curvas y nervaduras de los pechos, los alveolos pulmonares: partituras gráficas y poéticas de cuerpos desnudos que se estrechan o se deshacen en el aire, como si en estas manifestaciones de movimiento y reposo, entre las contradicciones de la levedad de un gesto de gozo y el de estertor de muerte, no hubiera sino una, y la misma, línea de continuidad.

Las autoras nos incitan a mirarnos entre los despojos y la plenitud de estos cuerpos que están ante la Luna o entre ramajes o enlazados con otros cuerpos. Mirarse para evocarse. Mirarse para sugerir una posible entrada hacia sí mismo. El cuerpo como detonador para abrirnos a las miles de posibilidades de nuestra propia belleza y destrucción. Trazos y versos que enuncian y en ese movimiento, en esa línea sobre el tiempo ya estrechan su voluntad hacia lo irresoluble, la muerte. Y el deseo como vía, como única vía.

Ciudad de México, 6 de Abril de 2016.

ACECHO A LA RAZÓN

ACECHO A LA RAZÓN

UN ATISBO AL HACER PLÁSTICO DE  ITZEEL REYES

Itzeel Reyes es una artista que ha nacido con el arte en su cuerpo, su mente y sus sentidos. Como hija de artistas plásticos, desde la infancia estuvo familiarizada con este medio de expresión a través de talleres que no ha abandonado desde entonces y en los que participa activa y creativamente. Personajes que nos acechan contemplándonos desde ese mundo que les crea Itzeel y nos amenazan con llevarnos a él, a su légamo de extrañeza y se cuelan en portadas de revistas, en ilustraciones que nos convocan al silencio reverente ante su presencia.

Abre surcos en la piel para llegar al alma de esos seres que presenta en tinta china, penetra la epidermis que retrata para ir más allá y dar un reflejo complejo de sentimientos, sensaciones, pensamientos, que sacuden a esos cuerpos que se muestran indefensos ante la mirada de la artista.

Sus distintas series de óleos y grabados conservan el misterio y el  desconcierto en que nos sumen, sin olvidar ese punto de ferocidad contenida, de amenaza velada que eriza los vellos de aquél que contempla estas obras.

Aunque ella misma se considera más pintora que grabadora, sus grabados contienen un atractivo deslumbrante e inquietante. Sus personajes son perturbadores en su forma y actitudes. Oscuros, siniestros, desasosegadores. Son fruto de un intelecto inquieto y una imaginación desbordada donde las formas se unen a las intenciones y un universo paralelo permea peligrosamente la endeble realidad. Lo inesperado salta donde lo cotidiano parece reinar.

En sus obras con protagonistas femeninas, el dolor y el éxtasis se entreveran sinuosamente para lograr un gran impacto en el espectador.

Combinan la maldad con la atracción totales en obras que seducen y deslumbran a quien se acerca a ellas en composiciones plásticas hermosas y sugerentes, plenas de misterio y extrañeza. ¿No decía Baudelaire que estos eran ingredientes básicos de la auténtica Belleza?

Por último, sus óleos, con colores intensos crean vehementes impresiones, sus atmósferas y texturas transportan al espectador a mundos inverosímiles y sus personajes penetran en el inconsciente colectivo despertando innombrables anhelos, ensueños, fantasías de posibilidades, de existencias, con fuertes vivencias de por medio.

Este es el mundo plástico en el que se inserta la muestra que aquí se presenta. Un universo pleno de formas profundas e insinuantes, que penetra en lo más profundo del espíritu humano para despertar oscuras potencias y permitir un goce distinto, innombrable, un recóndito lugar que nos lleva a recordar un placer lejano que acecha, de lejos, a la razón.

Roxana Elvridge-Thomas